miércoles, 24 de octubre de 2018

San Antonio María Claret: Espiritualidad


Textos bíblicos que inspiran la espiritualidad claretiana:
Isaías 49,1-3: ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su aljaba me guardó. Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.»
Esto texto se relaciona con la Fragua:
En un principio que estaba en Vic pasaba en mí lo que en un taller de cerrajero, que el Director mete la barra de hierro en la fragua y cuando está bien caldeado lo saca y le pone sobre el yunque y empieza a descargar golpes con el martillo; el ayudante hace lo mismo, y los dos van alternando y como a compás van descargando martillazos y van mach­acando hasta que toma la forma que se ha propuesto el Director. Vos, Señor mío y Maestro mío, pusisteis mi corazón en la fragua de los santos Ejercicios espirituales y frecuencia de Sacramentos, y así, caldeado mi corazón en el fuego del amor a Vos y a María Santísima. Empezasteis a dar golpes de humillaciones, y yo también daba los míos con el examen particular que hacía de esta virtud, para mí tan necesaria».



Lema Episcopal: "Caritas Christi urget nos"
San Antonio María Claret toma el lema de su escudo episcopal del texto de II Corintios 5,14-17: "El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron. Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así. Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.
La vida de Claret es una existencia que sólo se entiende desde Jesucristo, cuyo nombre no se puede invocar sin el auxilio de Dios (cf Autobiografía 345). Jesucristo es el eje de su vida en torno al cual gira todo. Esta centralidad queda reflejada en el texto paulino que figura como lema de su escudo episcopal: “La caridad de Cristo nos urge”. Es la experien­cia claretiana de la imitación, seguimiento y configuración con el Hijo enviado por el Padre, nacido de María y ungido por el Espíritu.
Toda su vida fructificó dándose a los demás. No se quedaba en palabras.
"Amar como amó Jesús debe interpelar cada una de nuestras opciones" (Papa Francisco).



La mediación ineludible de María: Claret nos presentó el Corazón de María como la fragua ardiente donde nos forjamos para el ministerio. La comunidad claretiana descubre y aprende en el Corazón de María el camino de la escucha. Habitada por la Palabra, no vivirá dividida, ni será insensible a los clamores de Dios en los hombres (SP 7). “Nuestro estilo profético de vida recibe del Corazón Inmaculado de María, madre de la Congregación, una impronta peculiar. Ella nos enseña que, sin corazón, sin ternura, sin amor, no hay profecía creíble”.





Descripción de un misionero según san Antonio María Claret.
"Yo me digo a mí mismo: Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas."





Oración Apostólica de san Antonio María Claret:

Señor y Padre Mío,
que te conozca y te haga conocer;
que te ame y te haga amar;
que te sirva y te haga servir;
que te alabe y te haga alabar
por todas las criaturas.

Dame Padre Mío,
que todos los pecadores se conviertan,
que todos los justos perseveren en gracia
y que todos consigamos la eterna gloria.
Amén.
San Antonio María Claret



lunes, 22 de octubre de 2018

Busqué el Amor del alma mía Canto y Comentario

Ven del Líbano, esposa,
ven del Líbano, ven.
Tendrás por corona la cima de los montes,
la alta cumbre del Hermón.
Tú me has herido, herido el corazón.
¡Oh, esposa, amada mía!
Ven del Líbano, esposa,
ven del Líbano, ven.

BUSQUÉ EL AMOR DEL ALMA MÍA,
LO BUSQUÉ SIN ENCONTRARLO.
ENCONTRÉ EL AMOR DE MI VIDA,
LO HE ABRAZADO Y NO LO DEJARÉ JAMÁS.

Yo pertenezco a mi amado y él es todo para mí.
Ven, salgamos a los campos,
y nos perderemos por los pueblos.
Salgamos al alba a las viñas
y recogeremos de su fruto.
Yo pertenezco a mi amado y él es todo para mí.

Levántate deprisa, amada mía,
ven, paloma, ven.
Porque el invierno ya ha pasado,
el canto de la alondra ya se oye.
Las flores aparecen en la tierra,
el fuerte sol ha llegado.
Levántate deprisa, amada mía,
ven, paloma, ven.

Como un sello en el corazón,
como tatuaje en el brazo.
El amor es fuerte como la muerte,
las aguas no lo apagarán.
Dar por este amor
todos los bienes de la casa
sería despreciarlo.
Como un sello en el corazón,
como tatuaje en el brazo.


martes, 9 de octubre de 2018

San Oscar Arnulfo Romero sobre el camino neocatecumenal

Homilía de Mons. Óscar A. Romero, Arzobispo de San Salvador, en la convivencia de catequistas y responsables de las comunidades neocatecumenales en el Instituto Rinaldi
22-25 de noviembre de 1979.

Queridos Hermanos:
 Me alegro de que en nuestra Patria, concretamente en estas dos diócesis, esté floreciendo este impulso del Espíritu Santo. Doy gracias al Señor en nombre de ustedes por haber sido  escogidos para esto en nuestro país: la renovación de algo que pertenece íntimamente a la  Evangelización, pero que por vicisitudes de la historia se ha ido como perdiendo, y entre las  renovaciones que ha traído el Concilio Vaticano II es la de darle al Catecumenado su  puesto de honor que siempre tuvo en la evangelización, porque el Catecumenado, la  catequesis, es parte de esa evangelización.
 De modo que yo para dejarles un mensaje de mi visita, les invito a vivir esa catequesis,
ese Catecumenado en el sentido que la Iglesia propone. Saben que hace dos años ha habido
en Roma un Sínodo de Obispos precisamente sobre la Catequesis. Y hoy el Papa ha sacado
el resultado de aquella consulta sinodal en un documento sobre la Catequesis, que creo [2]
que para ustedes es un documento de primer orden que tienen que irlo asimilando. Y el
Papa dice que el sentido de la catequesis supone estos empalmes:
1. CATEQUESIS Y KERIGMA
 El Kerigma es el primer anuncio, como ustedes saben, el primer anuncio del Mensaje de Cristo que cae en el corazón de un hombre y logra la conversión, se entrega a Cristo. Es el
primer anuncio, aquel «ven y sígueme» de Jesús, pero que luego no basta ese primer fervor, sino que luego sigue la Catequesis formando esa fe que ha suscitado en el Bautismo y en  seguimiento de Jesús. Y los Obispos reunidos en Roma dijeron que en muchos países, y  entre ellos los nuestros de Latinoamérica, se ha perdido ese enlace de que primero sea el llamamiento percibido por el hombre y siguiendo a Cristo, y después tratar de conocerlo  más a Jesucristo, lo mismo que su mensaje, que sería la Catequesis, el Catecumenado.
 Entonces se propone, pues, que ya que no se tuvo un Catecumenado que preparara ese
seguimiento de Cristo y que muchos fuimos bautizados y hemos vivido tal vez sin haber
escuchado el Kerigma y tenemos nuestro Bautismo pero como en una vida pagana, es
necesario y urgente suplir ese llamado que no se sintió antes y que ahora con un
Catecumenado bien hecho, viene a ser el encuentro verdadero con Cristo. No vamos a
negar esta triste realidad de cuantos bautizados que no han escuchado el Kerigma,
bautizados solo por un rito, por una costumbre. Y por eso estamos insistiendo tanto en nuestra Arquidiócesis la necesidad de preparar con charlas prebautismales ese gran
Sacramento, que no vaya a suponer que hasta después del Bautismo se va a hacer entonces
el Catecumenado. Pero gracias a Dios que se llega a recuperar algo que debió ser a la
inversa. Nunca es tarde para conocer al Señor y para tratar de reparar con una vida más
fervorosa lo que no se hizo antes. No lo habíamos seguido, no lo habíamos conocido no habíamos tenido el Kerigma, pero ahora el Catecumenado nos da la oportunidad no sólo del  Catecumenado, que debía seguir al Kerigma, sino una formación que al mismo tiempo sea el encuentro, el Kerigma.
 Creo que en el movimiento Catecumenal se está dando perfectamente este deseo, que es
suplir ese anuncio del Evangelio que no le habíamos dado la debida atención, junto con una formación ya sistemática que es la Catequesis.

 El segundo empalme es éste:
2. CATEQUESIS Y SACRAMENTO
 Es también algo que tenemos que urgir en nuestra pastoral, en nuestra evangelización.
Una práctica de recibir sacramentos sin catequesis presenta [3] un ritualismo vacío. Para cuántos el Bautismo no es más que una ceremonia social, buscar padrinos, preparar la  fiesta, pero para que pocos el Bautismo significa la incorporación del niño, del hombre a la  vida de Cristo, a su Muerte y a su resurrección. Y así los otros sacramentos. Cuántos se  casan sin saber todo el sentido profundo de la unión de Cristo con la Iglesia que se hace  presente en la unión del hombre con la mujer en el matrimonio.
 La catequesis entonces tiene que llevar al sacramento, porque al revés, una catequesis
sin sacramento resulta una especulación, un racionalizar nada más; pero cuando la
catequesis se encuentra con el sacramento, la catequesis prepara a recibir un signo de esos
que son encuentros con Dios, qué rico resulta entonces un catecumenado, una catequesis,
qué rico resulta entonces un Catecumenado, una catequesis que nos lleva a los signos
eficaces de la presencia de Dios y de su gracia, el encuentro con Dios.
 Ustedes son elementos muy valiosos, en las parroquias que ha mencionado el Padre,
para que logren que se revitalice toda una Catequesis que no consiste únicamente en
reflexionar, en aprender de memoria, sino en una Catequesis que oriente hacia el
Sacramento y unos Sacramentos que se reciban con plena conciencia, con respeto, con
adoración del Señor que se encuentra en esos signos sacramentales. No puede haber, pues
simplemente evangelización y, como se decía antes, sacramentalización, sino que las dos
cosas; la verdadera evangelización lleva a encontrarse con Cristo en el signo de la Iglesia y de sus sacramentos.

 Otro empalme que yo quería dejarles, aquí como mi mensaje es el empalme entre:
3. CATEQUESIS Y COMUNIDAD
 No es el asunto de vivir una religión individualista, sino vivirla en comunidad. El
catecumenado se preparaba antes, y hoy gracias a Dios vuelve esa práctica, como una
comunidad (el Padre ha mencionado parroquias y diócesis). Es la Comunidad la que
presente a sus hijos y se veía tan hermoso aquello de que la Iglesia se parece a la Virgen
que siendo virgen está fecunda continuamente de hijos que da a luz en los sacramentos, en
el Bautismo. La noche de la Vigilia Pascual es el alumbramiento de la Iglesia, Virgen y
Madre, que en el Bautismo se ha enriquecido con nueva generación, con nuevos hijos. Y la
Iglesia como Comunidad, como Parroquia, como Diócesis, siente la obligación de cuidar la fe de esos hijos que le han nacido y de darles también ese calor de hogar para vivir la fe y la vida cristiana comunitariamente. Jamás se puede concebir un Catecúmeno, un Cristiano que  quiera vivir su fe aisladamente. Tiene que preocuparse por haber comunidad, tiene que
hacer que su comunidad vaya creciendo en profundidad de fe y en extensión misionera.
Tiene que estar inconforme [4] mientras mire tantos bautizados que no han percibido la
riqueza de su Bautismo. Lo que hacían los Apóstoles era, pues, llevar ese tesoro y
expandirlo haciendo comunidades, viviendo en comunidad.
 Ese sentido comunitario hoy en el país lo necesitamos urgentemente. Hay una confusión a veces entre la Comunidad cristiana y el grupo político y no se sabe distinguir a veces
porque los miembros de una Comunidad no profundizan en su fe y se confunde. Yo en mi
carta pastoral digo que muchas veces nuestra gente, sobre todo los jóvenes, han llegado más
pronto a una madurez política que cristiana, y le dan a su vida una dimensión más política, -
como que si fuera la única dimensión de la vida lo político- y no les queda tiempo para lo
cristiano; cuando es al revés, lo cristiano es lo primero y desde lo cristiano hay que buscar
cada uno su situación en el país, en la vocación que Dios le da. Si Dios le ha dado vocación
política, que la viva como cristiano, y así tendremos esos hombres que ahora se necesitan, que madurándose en una comunidad cristiana, madurando en el evangelio, en su fe, en su compromiso con Cristo, en su seguimiento al Señor que no le permitirá traicionarlo ni en  las leyes ni en las maneras del País, la política, vayan luego hacer grandes agentes de las transformaciones que ahora necesita la Patria, que necesita más que nunca, pues, de  cristianos bien comprometidos con Cristo, y de una comunidad que, como pueblo de Dios, sea lo que dice la Biblia, que es como una luz en la montaña.

Hoy, cuando hay tanta confusión, tantos grupos, tantos reclamos, debía de sentirse bien luminosa la Comunidad cristiana, dando luz, orientación a todas esas cosas que suceden en
nuestro ambiente.
 Yo les auguro y les pido con todo el corazón como Pastor, que dondequiera que vayan, a
las parroquias donde están viviendo y extendiéndose, procuren llevar el Catecumenado, su reflexión bíblica, su sentido del sacramento, su compromiso cristiano, hacer comunidad, pero una comunidad que no se cierre, en la complacencia de sí misma, una comunidad que es la Iglesia y lleva a Jesucristo, pero para servir al mundo, una comunidad que trata de iluminarse de la luz de Dios, pero para dar esa luz a su alrededor: una comunidad que cada día sea más comprometida con Cristo para ser cada vez más comprometida con la redención de Cristo en medio de los pueblos, en medio del mundo.
 Éstas son las tres síntesis que yo quisiera dejarles como un encargo muy encarecido y
que corresponde plenamente al espíritu del movimiento Catecumenal:
-Entre Kerigma, que es conversión, encuentro con Cristo, y la formación catequística y la profundización de la fe (catequesis ordenada sistemática). [5]
-En segundo lugar, pues, el Catecumenado y el Sacramento.
 Que jamás un Catecúmeno sea lejos, de su vida sacramental, que encuentre en su
Eucaristía, en su confesión, en todos estos santos sacramentos y en el que muchos de
ustedes, llevan del sacramento del Matrimonio que está permanente en ustedes, sepan vivirlo para que la formación catecumenal sea al mismo tiempo vida que se vive con la vida
sacramental.
-Y en tercer lugar, catequesis, catecumenado y comunidad
Comunidad al servicio de la sociedad, comunidad-luz, comunidad-fermento,
comunidad-sal de la tierra y luz del mundo.
 Esto vamos a vivir junto con Jesucristo, pues aquí está el centro de nuestra vida, en la
Eucaristía, y desde aquí Jesucristo nos hace real cada vez más la frase: «el que da su
vida...» para poderla transmitir a ese mundo tan necesitado, tan frío porque le falta Cristo, y es nuestra misión de dárselo.

miércoles, 3 de octubre de 2018

El Día que las turbas sandinistas profanaron a san Juan Pablo II

El Día que las Turbas Sandinistas Profanaron a San Juan Pablo II
Fuente: http://www.proceso.hn
Autor del artículo: Por Alberto García Marrder. Miami, (EEUU)
El acto más vergonzoso y repudiable de los sandinistas ocurrió en Managua, el 4 de marzo de 1983, cuando sus turbas acallaron y profanaron la voz del Papa Juan Pablo en el sublime momento de la consagración, en una misa al aire libre.
En  León ya lo habían saboteado los de la  juventud sandinista; no lo dejaron hablar gritando consignas sandinistas;  no lo respetaron porque ese era el plan del gobierno: ridiculizar al Papa. Un ex miembro de la Juventud Sandinista lo reconoció públicamente: recibimos ordenes del FSLN de boicotear a la Iglesia Católica y burlarnos del papa en esa Plaza.
Este fue un ejemplo del ateísmo que promovía el gobierno de ese entonces.
Y en Managua, cuando celebró la misa el Papa al aire libre, una gigantesca pancarta con el rostro de Sandino y otros líderes de la revolución, estaba detrás de Juan Pablo II. El gobierno sandinista se negó rotundamente a quitarla, pese a las reiteradas peticiones del Nuncio Apostólico, el arzobispo Andrea Cordero di Montezemolo.


Extracto de la Homilía del Papa:
4. En efecto, la unidad de la Iglesia es puesta en cuestión cuando a los poderosos factores que la constituyen y mantienen, la misma fe, la Palabra revelada, los sacramentos, la obediencia a los obispos y al Papa, el sentido de una vocación y responsabilidad común en la tarea de Cristo en el mundo, se anteponen consideraciones terrenas, compromisos ideológicos inaceptables, opciones temporales, incluso concepciones de la Iglesia que suplantan la verdadera.
Sí, mis queridos hermanos centroamericanos y nicaragüenses: cuando el cristiano, sea cual fuere su condición, prefiere cualquier otra doctrina o ideología a la enseñanza de los Apóstoles y de la Iglesia; cuando se hace de esas doctrinas el criterio de nuestra vocación; cuando se intenta reinterpretar según sus categorías la catequesis, la enseñanza religiosa, la predicación; cuando se instalan “magisterios paralelos”, como dije en mi alocución inaugural de la Conferencia de Puebla (Discurso durante la inauguración de la III Conferencia general del Episcopado latinoamericano, Puebla, 28 de enero de 1979: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, II [1979] 188 ss.), entonces se debilita la unidad de la Iglesia, se le hace más difícil el ejercicio de su misión de ser “sacramento de unidad” para todos los hombres.
La unidad de la Iglesia significa y exige de nosotros la superación radical de todas estas tendencias de disociación; significa y exige la revisión de nuestra escala de valores. Significa y exige que sometamos nuestras concepciones doctrinales y nuestros proyectos pastorales al magisterio de la Iglesia, representado por el Papa y los obispos. Esto se aplica también en el campo de la enseñanza social de la Iglesia, elaborada por mis predecesores y por mi mismo.
Ningún cristiano, y menos aún cualquier persona con título de especial consagración en la Iglesia, puede hacerse responsable de romper esa unidad, actuando al margen o contra la voluntad de los obispos “a quienes el Espíritu Santo ha puesto para guiar la Iglesia de Dios” (At 20, 28). 
Ello es válido en toda situación y país, sin que cualquier proceso de desarrollo o elevación social que se emprendan pueda legítimamente comprometer la identidad y libertad religiosa de un pueblo, la dimensión trascendente de la persona humana y el carácter sagrado de la misión de la Iglesia y de sus ministros.

5. La unidad de la Iglesia es obra y don de Jesucristo. Se construye por referencia a El y en torno a El. Pero Cristo ha confiado a los obispos un importantísimo ministerio de unidad en sus Iglesias locales (cf. Lumen Gentium, 26).  A ellos, en comunión con el Papa y nunca sin él (cf. Ivi 22),  toca promover la unidad de la Iglesia, y de tal modo, construir en esa unidad las comunidades, los grupos, las diversas tendencias y las categorías de personas que existen en una Iglesia local y en la gran comunidad de la Iglesia universal. Yo os sostengo en ese esfuerzo unitario, que se reforzará con vuestra próxima visita ad Limina.
Una prueba de la unidad de la Iglesia en un determinado lugar es el respeto a las orientaciones pastorales dadas por los obispos a su clero y fieles. Esa acción pastoral orgánica es una poderosa garantía de la unidad eclesial. Un deber que grava especialmente sobre los sacerdotes, religiosos y demás agentes de la pastoral.
Pero el deber de construir y mantener la unidad es también una responsabilidad de todos los miembros de la Iglesia, vinculados por un único bautismo, en la misma profesión de fe, en la obediencia al propio obispo y fieles al Sucesor de Pedro.
Queridos hermanos: tened bien presente que hay casos en los cuales la unidad sólo se salva cuando cada uno es capaz de renunciar a ideas, planes y compromisos propios, incluso buenos ―¡cuánto más cuando carecen de la necesaria referencia eclesial! ―por el bien superior de la comunión con el obispo, con el Papa, con toda la Iglesia.
Una Iglesia dividida, en efecto, como ya decía en mi carta a vuestros obispos, no podrá cumplir su misión “de sacramento, es decir, señal e instrumento de unidad en el país”. Por ello alertaba allí sobre “lo absurdo y peligroso que es imaginarse como al lado ―por no decir contra ―de la Iglesia construida en torno al obispo, otra Iglesia concebida sólo como “carismática” y no institucional, “nueva” y no tradicional, alternativa y, como se preconiza últimamente, una “Iglesia popular”. Quiero hoy reafirmar estas palabras, aquí delante de vosotros.
La Iglesia debe mantenerse unida para poder contrarrestar las diversas formas, directas o indirectas, de materialismo que su misión encuentra en el mundo.
Ha de estar unida para anunciar el verdadero mensaje del Evangelio ―según las normas de la Tradición y del Magisterio ―y que esté libre de deformaciones debidas a cualquier ideología humana o programa político.
El Evangelio así entendido conduce al espíritu de verdad y de libertad de los hijos de Dios, para que no se dejen ofuscar por propagandas antieducadoras o coyunturales, a la vez que educa al hombre para la vida eterna.

Cuando el Papa, en su sermón, explicó la imposibilidad de una “iglesia popular impuesta a los legítimos pastores de la Iglesia Católica”, las turbas empezaron a gritar para acallar la voz del Papa.
A un periodista nicaragüense que estaba a mi lado, le pregunté cómo era posible que se escuchara tan bien las protestas de esas turbas y, en cierto momento se acallaba la voz del Papa.
Un simple gesto de él me indicó que viera hacia la izquierda, en una caseta semi escondida, donde estaba instalada una mesa de control alternativa de sonido de la plaza y donde, aparentemente, se manipulaban las señales de audio.

Días antes, portavoces de la Iglesia Católica de Nicaragua se habían extrañado de que el gobierno sandinista estuviera montando un segundo sistema de sonido, además del principal destinado a ampliar la voz del Papa antes y durante la misa.
Pero el momento álgido de la profanación llegó cuando el Papa Juan Pablo II levantó el cáliz en el momento de la consagración.
Decenas de madres nicaragüenses, que habían ocupado desde muy temprano los puestos de primera fila, empezaron a gritar, de una forma incesante “Queremos la paz, queremos la paz”, que se escuchaba nítidamente gracias a las manipulaciones de la mesa de control de sonido.
Estas eran las madres de 19 jóvenes sandinistas muertos en enfrentamientos contra los miembros de la "Resistencia nicaragüense", los cuales habían tomado las armas, con ayuda clandestina de Estados Unidos, para derrocar al régimen sandinista.
De nada valieron los gritos de “Silencio”, que inútilmente hacia el Papa, sorprendido por este desafío a su autoridad moral.


Gritan "Queremos la paz" signo de la mentira y cínica utilización del lenguaje populista que solo engaña a los esclavos de la idolatría ideológica de los falsos profetas de este mundo.

En su segunda visita a Nicaragua, el 7 de febrero de 1996, ese mismo Papa dijo que el país "goza ahora de una auténtica libertad religiosa", tras recordar "aquella noche oscura" de su primera visita en marzo de 1983.
En ese entonces, la presidenta era Violeta Barrios de Chamorro y los sandinistas estaban en la oposición.
Recordó: «En 1983 celebramos en Nicaragua el Santo Sacrificio de la Misa en una noche oscura. Hoy brilla un sol resplandeciente en Nicaragua. Han cambiado muchas cosas en Nicaragua. Los habitantes de Nicaragua pueden gozar ahora de una auténtica libertad religiosa
Añadió: «Recuerdo la celebración de hace trece años. Se hacía ruido. Una grande noche oscura. Hoy se ha hecho la misma celebración eucarística del sol. Se ve que la Providencia Divina está actuando.»


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