El proceso de beatificación de Isabel la Católica sigue estancado. Coincidiendo con el aniversario de su nacimiento, Enraizados ha lanzado una campaña de apoyos a esta causa. Su presidente expone 10 motivos por los que merece llegar a los altares.
José Castro Velarde
Por sus frutos los conoceréis (Mt. 7,16) Isabel la Católica nació tal día como hoy, un 22 abril, del año 1451, en Madrigal de las Altas Torres. Aprovechando tal fecha, la asociación Enraizados ha lanzado una campaña de adhesiones al proceso de beatificación iniciado en la Diócesis de Valladolid. En las primeras horas, las adhesiones de todas las partes del mundo superan las 1.500.
El asunto ha despertado polémica, pues algunos no ven con buenos ojos que la reina que expulsó a los judíos de España, en 1492, pueda terminar en los altares. Pero, entre las consideraciones que la Iglesia puede valorar, destaca el fruto mayor de Isabel: la evangelización de todo un continente, una empresa que nadie más ha protagonizado en la Historia. Y fue una mujer, y además nacida en la Edad Media.Aunque fue la empresa que ella protagonizó la elegida para marcar por mucho el paso a la Edad Moderna: el Descubrimiento de América en 1492.
Muchos son los motivos que justifican su beatificación. Los sintetizamos en diez.
1.- Vida de fe y sacramental
Isabel la Católica llevó una vida de fe y asiduidad a los sacramentos. Acudía frecuentemente a la confesión y a la Eucaristía. Colaboró estrechamente con una de sus damas, Teresa Enríquez, muy devota de la Eucaristía, en la creación de asociaciones eucarísticas para acompañar al Santísimo Sacramento.
El comienzo de su testamento es una clara muestra de su fe. En él se encomienda a Dios Padre, a Cristo, a la Virgen y a algunos santos en particular: «Si es cierto que hemos de morir, es incierto cuándo y dónde moriremos, por ello debemos vivir y estar preparados como si en cualquier momento hubiésemos de morir«.
Isabel destinó numerosas partidas al culto divino: ornamentos, imágenes, lienzos para altares, cálices, custodias… Por ejemplo en los años 1500 y 1501, que Isabel residió en Granada, colaborando con el arzobispo Talavera, procuraron soluciones a las necesidades de los lugares destinados al culto en aquella diócesis recién creada.
En este ambiente granadino no se detuvo la espiritualidad de la Reina en lo externo y material, sino que, penetrada por lo profundo del misterio de la Eucaristía, dirige una real cédula, el 17 de agosto de 1501, a todos los obispos de sus Reinos sobre el cuidado del Sacramento.
2.- Compromiso con Dios y con el prójimo
Es la primera que reconoce, como afirma el historiador Luis Suárez, que los habitantes de América son hombres como los demás, que han sido redimidos por Cristo y tienen que ver reconocidos sus derechos humanos. Esta actitud marcó un importantísimo precedente en los debates que más adelante se desarrollarían, con consecuencias teológicas y políticas.
Sin esta postura de Isabel la Católica no se habría llegado a la Constitución de los Estados Unidos, que repite prácticamente lo que ella dijo, que Dios nos ha hecho a todos libres, iguales y en búsqueda de la felicidad, y ése es su testamento.
3.- Magnanimidad
El comienzo del reinado de Isabel es el resultado de una guerra civil desencadenada por los nobles castellanos para suceder a Enrique IV. Tras ser coronada, la monarca reinará sin tomar represalias, pactando con quienes se sublevaron en su contra y garantizándoles que no sufrirían prejuicios, sino que seguirían desempeñando las funciones sociales y el nivel que hasta entonces ocupaban.
Puesto que en la historia universal pocos son los conflictos que se cierran sin el aplastamiento de los enemigos, este episodio dice mucho acerca del carácter extraordinario de Isabel.
4.- Austeridad
Isabel no hizo uso de su condición de reina para evitarse los sufrimientos o llevar una vida más cómoda: «Su modestia personal y mansedumbre admirables», afirmaba Pedro Mártir de Anglería.
«Ni en los dolores que padecía de sus enfermedades, ni en los del parto, que es cosa de grande admiración, nunca la vieron quejarse, antes con increíble y maravillosa fortaleza los sufría y disimulaba», atestiguaba Lucio Marineo Sículo.
5.- Humildad
En el trato con quienes la rodean, la Reina Católica da claras muestras de humildad al dejarse aconsejar. Lejos de la imagen de los reyes autoritarios, Isabel permite que Fernando de Talavera, su confesor y asesor, le aconseje antes de tomar sus decisiones.
La historia cuenta que la primera vez que el cardenal Cisneros le administra el sacramento de la penitencia le dice «de rodillas». A pesar de que una vieja costumbre permitía a los reyes confesarse sentados, Isabel se arrodilla para recibir el perdón.
«La Península Ibérica ha gozado de los frutos del cristianismo gracias a esa epopeya de la Reconquista»
6.- Vocación hacia la evangelización
Una de las principales pruebas de esta vocación se encuentra de nuevo en América. Isabel de Castilla ve en el continente americano un reto para la extensión de la Buena Noticia a quienes hasta entonces no habían tenido oportunidad de conocerla. Gracias a ella, millones de personas en América han visto abiertas las puertas de la fe a lo largo de los siglos.
Igualmente, la conquista de territorios bajo dominio musulmán comportó una suave política de conversión que tenía como objetivo la unificación del reino bajo la religión católica. Es de destacar que a diferencia del Norte de África donde la fe nunca se ha podido recuperar, la Península Ibérica ha gozado de los frutos del cristianismo gracias a esa epopeya de la Reconquista que culminaron los Reyes Católicos.
7.- Lucha por los derechos humanos
La España de los Reyes Católicos no consideró los territorios del otro lado del Atlántico como colonias. Sus habitantes eran ciudadanos y, según el decreto de 1500, ningún indio podía ser hecho esclavo. Determinó que los indios seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con anterioridad a la llegada de los españoles.
«Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien», señaló la Reina en su testamento.
«Isabel establece que no hay diferencia en cuanto a la capacidad de gobierno entre hombre y mujer, y así educa a sus hijas»
8.- Responsabilidad moral como gobernante
En su guía para gobernar, Isabel tenía claro que todos los poderes del Estado y toda la legislación tienen que someterse al orden moral. Siguiendo la tradición del derecho medieval, la moral se encuentra por encima de cualquier otra consideración.
Isabel era consciente de su responsabilidad como reina. Según cuenta el historiador Luis Suárez, en una carta dirigida a su marido, que había sufrido un atentado y se encontraba grave, le dice: «Acuérdate de que tenemos que rendir cuentas ante Dios, y las cuentas que nos va a pedir a nosotros, los reyes, son mucho más estrechas que las que pide a ninguno de nuestros súbditos».
9.- Mujer y madre
Isabel fue mujer y madre. Vuelve a ratificar Luis Suárez que «aplicó el sentido de la feminidad, la intuición, el afecto, la capacidad comprensiva, a todas sus empresas». Y lo que establece de una manera clara Isabel es el derecho de la mujer a reinar. Isabel establece que no hay diferencia en cuanto a la capacidad de gobierno entre hombre y mujer, y así educa a sus hijas, y así procede ella misma también.
10.- La caridad
Si bien esta virtud la hemos visto ya en la gran empresa que culmina en la Evangelización de América puede destacarse especialmente en cómo acoge a los hijos ilegítimos de la mujer de Enrique IV, Pedro y Andrés. Los educa y los cuida.
Cuida también de los ilegítimos de su marido, cuida de los hijos del cardenal Mendoza, y siente hacia todos ellos una obligación de afecto que va más allá del simple ejercicio de la caridad.
Una vez que fray Hernando de Talavera le criticó por esta conducta diciendo «da la impresión de que usted está legitimando el fruto del pecado», ella respondió que lo importante era evitar que esas almas se perdieran, y llamando a uno de los ninos, hijo del cardenal Mendoza, le gastó una broma a fray Hernando y le dijo: «¿Verdad que son muy bellos los pecados de mi cardenal?».
* José Castro es presidente de la asociación Enraizados.
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